a la luz
A
LA LUZ DEL VELATORIO
En
el velatorio de un Tanatorio de primera, aquí, en Burgos, estaban
velando al muerto en su caja presente hablando de él con respeto y
temor. Ya todos se atrevían con su hija y su viuda, diciendo ésta
lo bien embalsamado, vestido y con dentadura nueva que estaba su
difunto Daniel.
-Qué
guapo parece con su nueva dentadura puesta, repetía la viuda
Todos
los de fuera de la sala del velatorio, pasaban un buen rato hablando
del bien o mal traer del difunto quien, como todos los casados, fue
vasallo o calzonazos de su esposa, y de que el amor y compañía en
el matrimonio ha de ser para todo, para lo bueno y lo malo.
Un
buen cuñado del difunto, que parecía mejor sacristán, salió a
decirles a los allí presentes que bajaran el tono de voz o que
entrasen al velatorio y escuchasen a la compungida viuda en su
liturgia de esta triste hora:
“A
ti, Señor Jesús, ofrezco mi esposo Daniel. Que nuestra oración se
eleve ante ti como el incienso en esta noche de la Vida, y acojas a
Daniel que, aunque no me dio más que disgustos, tuvimos una casa
donde habitar y una preciosa hija, al calor del hogar.
Entre
tus manos te dejo a Daniel para toda mi vida y, cuando lleguemos al
día eterno de nuestro nuevo encuentro, por favor Señor, que veamos
a Daniel con su nueva dentadura puesta.
Al
llegar este ocaso del Sol, contemplando la poca luz de la tarde, tan
sólo a la luz del velatorio, cantemos: “Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo” “.
Los
que estaban cerca de la ventana del velatorio a través de la cual se
veía al difunto, se quedaron pasmados al ver que el Daniel,
levantándose un poco, se llevaba la mano a su oreja derecha como
para escuchar a su viuda. Después, puso su dedo índice en la sien
girándole en ella como para indicar que su viuda estaba tonta y
boba, quien fue, para él, cilicio de tinieblas.
-Daniel
de Culla
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